Eduardo del estío
Eduardo tiene en el verano
una sonrisa plagada de picardía,
de pasión,
trae consigo dos lunas por ojos
y dos atardeceres anaranjados por billetes.
Todas las mañana recoge búhos somnolientos
de su balcón, que da a la noche
y que en el día se pierde. A veces desayuna un par
a veces les perdona la injuria de venir a posarse
sobre sus sueños, sobre su amante, entorpeciéndolos.
Calles vacías lo reciben a la hora de la jornada
donde se disipa él,
cuando se escurre sobre el asfalto
recogiendo colillas rancias
con las que arma un alma nueva,
de la cual aspira,
de la cual se inspira,
de la cual hasta aquí, débilmente,
me ha llegado un rumor.
Carlo enrique.
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