una nifa en su cuna;
cuando cruento soldado,
abriendo con su espada
camino entre la yerba,
divisó a lo lejos
su piel débil y desnuda.
Presuroso interrumpió la siesta
para arremeter contra la
diosa indefensa.
Grande fue su sorpresa
cuando al buscarle
las piernas
solo encontró
lívidas espinas,
humedecidas con su propia sangre.
Cuando vióse perdido
la ninfa lo besó en la mejilla
y lo consoló diciendo así:
"Ya te había soñado, y he temido más por tiDesde entonces
que por mi amado mío"
se acostumbra mutilar las rosas.
Carloenrique
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