jueves, 24 de noviembre de 2011

No era necesaria esa intensidad, no, no lo era. ¿Tenía que gritar para decirlo, tenía que ser tan patéticamente imbécil? – No, eso es lo cierto. Pero porqué sentía tanto miedo de aceptar la realidad, por qué no podía creerse a sí mismo una persona capaz de adueñarse del corazón de esa chica. Él se sentía indigno de ella, lo confesó tantas veces cuando solíamos visitar los bares, tantas veces el alcohol lo había vuelto lúcido y aún era menor de edad. Pero hoy no quiero conversar, mis peroratas bajan su alto nivel intelectual sin mis cigarrillos ni mi ron, prefiero reír, reír como idiota. JAJAJA!!! Y terminar llorando.

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