Los ídolos suelen ser cóncavos. Al destrozar un ídolo a martillazos, este libera el aire retenido dentro de sí, entremezclado con el polvillo del material con el que estaba hecho. Esta mezcla de polvo y gas teológico, que yo llamaré "polvo místico" puede colarse por vía respiratoria a nuestros pulmones y así (por la sangre) a todo el organismo. Ergo podemos sufrir una especie de alucinación, que es el primer síntoma de lo que nombraré como "enfermedad de Nietzche" que degenera al sistema nervioso (haciendo añicos la memoria y la razón) deviniendo en locura y muerte.
Conviene entonces, al momento de destrozar un ídolo, estar protegido por un buen material.
Carlo enrique
Conviene entonces, al momento de destrozar un ídolo, estar protegido por un buen material.
Carlo enrique
Caramba, interesante post! Te sugiero que lo uses para ver también tu propia evolución intelectual, tus saltos, y ver cómo la poesía es también una herramienta no solo de emotiva expresión sino de consciente transformación, de praxis...Felicitaciones por el blog!
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